PINTANDO BAJO EL MAGNOLIO

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Como un ejercicio de reflexión sobre la pintura, cualquier género, sea retrato, autorretrato, bodegón, o paisaje, sirve. Al final el pintor se planteará las preguntas típicas de todo Arte: qué es, para qué sirve, su vigencia en un momento tecnificado, el sentido de la individualidad y el lenguaje, etc.

Sin meterme en tales honduras, como pintor, y en este momento concreto después de casi veinte años de trabajar en el interior del estudio, enzarzado en composiciones con predominio de la figura y formatos que obligan a vivir prácticamente colgado de un andamio, me he dado el respiro de montar mi caballete al aire libre, en mi propio jardín, sin más pretensiones que dejarme inundar por la luz y el colorido de la primavera y sentir en la mano el tacto de mi vieja paleta de pintor del natural. Quiero compartir contigo, gracias a este simpático juguete de la “red”, la experiencia:

Naturalmente, lo primer ha sido mirar. Luego han ido viniendo las preguntas: qué quieres pintar, por qué, para qué, cuyas respuestas por supuesto abarcan tomos enteros de Historia del Arte y Filosofía en general.

No es eso lo mío. Prefiero fiarlo todo a la intuición y dejarme llevar por lo que la naturaleza me diga. Bajo el magnolio florido, la exuberancia de un jardín algo salvaje, la frondosidad de los bambúes, y detrás el extenso naranjal que alcanza hasta la estribaciones de la sierra… y todo ello bajo el cielo azul del Mediterráneo, lo primero ha sido reconocer mi impotencia para captar y transformar en pintura tanto esplendor. Luego, sin caer en misticismos, un sentimiento de reverencia y gratitud por existir y poder contemplar la Belleza, también, quizás, un impulso de amor sin respuesta aparente.

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Pero claro, después de estos momentos gloriosos, interviene la necesidad apresurada del pintor de expresarse. Y ahí ya entra la voluntad, la ilusión y el lenguaje (es decir, la técnica que paso a resumir a continuación).

En mi caso la confrontación con “el natural” suele ser caótico, comenzando a pintar con grandes manchas de color que, en contra de lo preconizado por los cánones académicos, son pastosas y corrijo, muevo, raspo, elimino, sobrepongo, etc., buscando una especie de dinamismo de los volúmenes y el contraste de los colores. En técnicas como la pintura acrílica, el temple, las técnicas mixtas emulsionadas o la encáustica, tales manipulaciones resultan fáciles debido a la rapidez de su secado. Con los óleos, incluso manejando barnices como las resinas alquídicas (de secado más rápido) la cosa se complica un poco pero puede ser útil utilizar preparaciones absorbentes como el tradicional “gesso”, soportes texturados, las imprimaturas, etc.

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Técnicas aparte, ahí van algunas consideraciones ante el paisaje que estás a punto de comenzar a pintar:

-La relación del ser humano con la Naturaleza y su necesidad de reordenarla y espiritualizarla.

-Lo que ves, lo que sientes, lo que crees que puedes aportar.

-Ver el paisaje como una fuente de símbolos; la elevación de una montaña por ejemplo, la bravura de un mar encrespado, un cielo tormentoso, la bruma, el viento, la delicadeza de una flor.

-Piensa en la irrupción de lo “pintoresco”, o sea, el gusto por los efectos chocantes y las extravagancias en el paisaje.

-Considerar el estudio del paisaje como una forma de conocimiento científico, la botánica, la geología, los cambios atmosféricos, etc.

-El paisaje como fondo de la acción humana y de hechos históricos. La misma humanización del mundo vegetal, lee a los quietistas, escucha a Mahler…

A la hora de ponerte a pintar vale la pena pensar en todo esto… pero no en exceso, pues correrías el peligro de paralizar el impulso de expresarte y tu libertad de artista. La meta siempre es hacer pintura. Claro que si te consideras paisajista profesional y además presumes de saber pintar hermosos paisajitos y hasta tienes éxito con ellos, no me sigas, tú a tus recetas y a sacarle jugo.

La aspiración del auténtico artista es infinita y por lo tanto está abocada al fracaso. Así lo entendieron por ejemplo un Van Gogh o un Cézanne, pero tampoco caigamos en la desesperanza absoluta: pinta, entrégate a tu obra, siente…; en algún lugar, en algún momento, siempre habrá alguien que te comprenda y reaccione y en último caso, el goce de la experiencia ya no te lo va a quitar nadie.

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